Las aventuras del Dr. Analfabeto. Relato ganador: Antonella Oscanoa


"Había despertado en una cosa extraña, bastante pequeña, pero yo cabía perfectamente ahí sentada. Cuando abrí mis ojos completamente, me espanté... Estaba en el fondo del mar. Rato después me di cuenta de que la "cosa" en la que estaba metida era un submarino. Traté de salir desesperadamente, pero todos mis esfuerzos fueron en vano: aquel artefacto estaba encadenado y anclado en la arena. Ni siquiera sabía a cuántos metros bajo el mar estaba..."

-Eso es lo único que recuerdo antes de que usted me rescatara -le dije a un hombre no tan joven pero tampoco demasiado mayor. Tenía el cabello blanco y la barba del mismo color y no era muy alto que digamos...

-Has tenido suerte, jovencita -dijo aquel hombre.

-Gracias por acogerme, pero debo regresar a casa. Me temo que mi madre estará preocupada por mí -contesté.

-No debes -respondió con toda frialdad.

En ese momento me desmayé. No sé por qué, pero cuando desperté estaba atada a una silla, en un sitio que parecía ser un establo.

-Déjeme salir, tengo que ir con mi madre -le grité desesperada y con lágrimas en los ojos.

-Lo siento, muchacha, tú no tienes culpa de nada de lo que te está pasando. Te lo explicaré de una forma rápida... Hace tiempo existía una señorita igual de testaruda que tú. Se llamaba Cervantina y tuve que matarla porque era como una piedra en mi zapato. No dejaba de arruinar mis planes, así que me cansé al final de ser tan paciente con ella -me contó con mucha seriedad.

-¿De qué habla? ¿Qué planes? -le pregunté.

-Mis planes de reinar y conquistar el mundo entero y ser el nuevo dios -me explicó mientras abría la boca para continuar-. La humanidad está arruinada, y cargan con desgracias miserables. ¿Sabes quiénes se están cargando el planeta?, ¿sabes quiénes son los culpables de todo, de que las personas, los animales y las plantas mueran? ¡Nosotros! -respondió él mismo a su pregunta-. Y prefiero ser yo en particular quien sea el culpable.

-¿Te quejas de que todo está en la mierda, pero quieres ser tú el responsable? -pregunté desconcertada.

-Efectivamente. Al ser yo el culpable, puedo ser yo quien lo repare, y así conquistar el mundo -dijo él, con cara de pocos amigos.

-Es una idea muy pensada y se supone que no deberías contármelo -aclaré.

-Es que tendré que matarte -afirmó.

-¿Por qué? Yo no tengo nada que ver en esto.

-Verás, Cervantina está muerta...

-... Y quieres que sea su repuesto -terminé su frase-. ¿Qué piensas hacer conmigo?

-Estoy planeando un experimento y necesito tus manos. Si prometes no decir nada puedo dejarte libre.

Obviamente, no me quedaría callada, pero al parecer me leyó la mente, ya que me dijo:

-Borraré tu memoria antes.

Esto ya fue el colmo, pero terminé aceptándolo todo, sin llorar y sin refutarle. Estaba perdida. Como en otro mundo.

...

En la acera se veía a una señora sentada y a su lado dos niños pequeños.

-Señora Alina, ¿qué fue lo que pasó con ese señor? -preguntó uno de los niños.

-Murió -respondió.

-Pero ¿cómo es que aún lo recuerdas? -preguntó el pequeño.

-Fallos en la máquina -dijo.

-¿Qué máquina? -volvió a preguntar, cada vez más desorientado.

-La que se suponía que borraría mi memoria -respondió con la mirada perdida.

Aquella señora mentía y se le veía en la mirada. A medida que contaba su historia, sus ojos amenazaban con llorar. Uno de los niños, al ver la nostalgia que atenazaba a la pobre mujer, quiso cogerla de la mano. De pronto, la cara de aquel niño se inundó de tristeza al ver que aquella señora no tenía manos.

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