Todavía hay esperanza (II): Angélica Dass (I)


Aunque estrictamente no es un testimonio centrado en la experiencia migrante, la charla de Angélica Dass en "Aprendemos juntos" (BBVA/El País) es muy interesante e instructiva, a la que asistieron alumnos y alumnas de nuestro centro: Tania de 1º A, Nahla, Kevin y Nicol de 2º A, Gary de 2º B, Allison, Domi, Zaira y Tania de 3º A, Elías, Fátima y Nicole de 3º B, Yasmín, Checo, Dani, Moha y Fátima de 4º A, acompañados de Antonio y Arancha. Algunos de ellos incluso le preguntaron cosas a Angélica. 

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¿De qué color es un lápiz de color carne?

Angélica Dass

Tenía siete años cuando su profesora le mostró, por primera vez, un lápiz de color carne. “Yo estaba hecha de carne, pero mi piel era marrón. Sin embargo la gente decía que yo era negra. Yo tenía un lío enorme de colores en mi cabeza”, explica Angélica Dass. Ella nació en una familia muy colorida, fruto del mestizaje de su país natal, Brasil. Pronto tomó conciencia de que el color de la piel, la cultura o la nacionalidad, eran elementos capaces de levantar muros entre las personas. “Siempre he pensado que el mayor tesoro de la especie humana es su diversidad”, asegura. Con esta idea, decidió dar un paso al frente. Creó ‘Humanae’, un proyecto fotográfico que utiliza el retrato para acercar a personas de todo el planeta. Un alegato en favor de la belleza de la diversidad humana: “Debemos entender nuestra diversidad como algo que nos hace crecer. No como algo que temer o despreciar”. ‘Humanae’ se ha convertido en un referente para miles de escuelas en todo el mundo. Pero también para instituciones internacionales como la ONU o el Foro Económico Mundial: “Todos tenemos el poder de cambiar la narrativa respecto a la discriminación, sea del tipo que sea”. Y advierte: “Debemos estar atentos, y tomar conciencia de cuándo tratamos a otros seres humanos como menos humanos”.
Mi nombre es Angélica Dass. Yo soy fotógrafa. Yo nunca entendí por qué los seres humanos eran clasificados como «blanco», «negro», «rojo» y «amarillo», como colores asociados al viejo concepto de la raza. Yo nací en una familia muy colorida. Mi padre era el hijo de una niñera, de una sirviente, de quien él heredó un intenso color chocolate. Él fue adoptado por aquellos que yo conozco como mis abuelos. La matriarca, mi abuela, tiene la piel de porcelana y el pelo de algodón. Mi abuelo era algo entre yogurt de vainilla o fresa, como mi tío y mi primo. Mi madre es hija de una indígena brasileña que tiene un tono entre avellana y miel. Ella tenía otras dos hijas, una como un cacahuete, y la otra un poco más beige, como una tortita. Así que, creciendo en esta familia, el color nunca fue importante para mí. Pero fuera de casa, parecía que tenía muchos significados. Porque el color tenía muchos significados. Yo nací en el último país de América que abolió lo que fue el tráfico de esclavos. Así que los que fueron esclavos en el siglo XIX hasta 1888, fueron los que siguieron sirviendo en el siglo XX. Y, de alguna manera, hasta hoy, yo sigo cargando una mochila invisible llena de estereotipos y conceptos sobre quién soy.

Me acuerdo, cuando era pequeña, el día que la profesora entró en clase presentándome un lápiz de color llamado «carne». Yo estaba hecha de carne. Yo era marrón, y la gente decía que yo era negra. Yo tenía siete años y una confusión de colores en mi cabeza. Años después, me casé con un español rosa, de esos que están cinco minutos en el sol y ya están rojos como una gamba. Después de esto, una pregunta empezó a perseguirme: ¿de qué color va a ser tu hijo? Obviamente, no era importante para mí, pero parecía que era muy importante para los otros. Así que, con todas esas preguntas en la mente, yo utilicé mi oficio, que era la fotografía, para encontrar una respuesta a todo eso. Las primeras fotos fueron mías y de mi marido, pensé que el color iba a estar entre esos dos. Después, seguí haciendo fotos a mi familia, como investigando mi propio origen. Volví a España y sí, en mi familia política había muchos rosas, pero que también eran parte de lo que era mi vida. Y, a partir de ahí, empecé a intercambiar con amigos y a decir: «Mira, yo lo que estoy intentando probar es que yo no conozco a nadie que sea blanco o negro». ¿Por qué siguen describiendo a los seres humanos así? Así que las fotos yo las hago en un fondo blanco. Cojo un cuadradito de once por once de la nariz, pinto el fondo y doy el nombre de una paleta de colores llamada Pantone. Y utilizo esta paleta porque yo sé el número para el color blanco, yo sé el número para el color negro, y, en ese proyecto que tiene cuatro mil retratos, yo no he sido capaz de encontrar ningún ser humano que se encuadrarse en lo que era ese blanco y negro. Yo hice fotos en dieciocho países diferentes, en treinta ciudades. Desde alguien que está en la lista Forbes o refugiados que cruzaron el Mediterráneo en barco. En París, en la sede de la Unesco, pero también en abrigos de gente que vivía en la calle. Estudiantes de escuelas suizas y también de favelas de Río de Janeiro. Todo tipo de capacidades, identidades de género u opciones sexuales. Desde un recién nacido o alguien con una enfermedad terminal. Esos retratos hacen que nos repensemos lo que somos como seres humanos. Cuando la ciencia moderna deja claro que no existen las razas, ¿por qué seguimos definiendo seres humanos como «blancos», «negros», «rojos» o «amarillos»?

Ese proyecto que empieza “online”, llega a las galerías y museos. Y de ese espacio que es el cubo blanco, salta a lo que es la calle. Este lugar donde todos nosotros de acuerdo o no con la idea, podemos, también, ser parte de lo que es el debate. Tener la oportunidad de crear un diálogo y un proyecto colectivo donde la fotografía es el principio del diálogo, pero el poder de verdad del trabajo ocurre cuando juntos estamos celebrando nuestra diversidad. Todos los participantes en este proyecto son voluntarios, la gente que descubre que estoy haciendo convocatorias abiertas y se ofrece como parte del proyecto. Pero lo más especial pasó cuando, de un momento a otro, yo empiezo a recibir “e-mails” de profesoras. Profesoras y profesores de escuelas de todo el mundo que utilizan ‘Humanae’ como una herramienta para hablar sobre igualdad en sus clases. En este momento, el trabajo se desvía a lo que es educación. Y, en nuestros talleres, niños con exactamente los mismos materiales, en las mismas pinturas, reproducen un autorretrato inspirado en lo que yo hago fotográficamente. Con los mismos materiales somos capaces de crear un universo de colores. Eso es lo que somos como seres humanos. Venimos de la misma materia y somos, únicamente, diferentes. Lo que pasa en esas clases es, exactamente, una celebración de la identidad de cada uno de sus alumnos. Ese trabajo, dentro de las escuelas, me hizo entender que el gran lugar transformador era la sala de aula, la clase. El objetivo de haber creado Humanae Institute es, exactamente, posicionar la diversidad como un valor en el proceso educativo y que, aparte, estos niños puedan hablar sobre sus temas que parecen tan difíciles y tan complicados desde un lugar lúdico, desde el lugar del juego. Uno de los grandes valores de ese trabajo es exactamente el diálogo. La verdad, lo que yo hago es utilizar la fotografía como una excusa para conversar. Lo que vamos a hacer aquí hoy es exactamente eso. Así que, por favor, compartid, hacedme preguntas, hablemos sobre diversidad.

(La entrevista la publicamos en la segunda parte de la entrada)










Comentarios

  1. Es increíble lo que dice Angélica,porque de verdad sus palabras valen Oro. El contenido es impresionante.

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  2. Melanie y Elias 3ºB10 de mayo de 2019, 13:11

    Estamos muy agradecidos contigo por el tiempo que nos dedicas para darnos estas charlas tan interesantes y productivas.
    Angelica eres una persona increible y tu proyecto es maravilloso.
    Hay poca gente que consige hacer viral sus ideas y mas si son tan buenas como las tuyas.
    GRACIAS.

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